Dieta intolerancia a la fructosa

Nuestro organismo actúa de manera única y siempre reaccionará de una u otra forma a lo que consume o ingiere. Dentro de esos casos, la intolerancia a la fructosa es de los escenarios que más se presentan. En definitiva, se trata de un estado que requiere la mayor y mejor atención nutricional para evitar problemas o déficits alimenticios.

Cuando hablo o me refiero a las intolerancias, es toda aquella reacción orgánica en la que no interviene el sistema inmunitario. Cuando ocurre, el organismo rechaza un componente del alimento ingerido, desatando una serie de signos y síntomas primordialmente gastrointestinales. Por lo tanto, te invito a conocer más al respecto de las mismas e instruirte en el tema.

Antes de empezar, ¿sabes cuál es el papel de la fructosa y cómo se metaboliza?

La fructosa desde el punto de vista químico es un monosacárido con una cadena conformada por seis carbonos estructuralmente. Expresado de otra forma, constituye o es parte esencial del grupo de los azúcares.

Naturalmente, se encuentra inmersa en alimentos como la miel, variedad de frutas, verduras y más. También es protagonista clave en la preparación de productos procesados que se utilizan para endulzar postres y comidas diversas.

El metabolismo de la fructosa ocurre inmediatamente posterior a su ingesta. El alimento donde se encuentra contenida se descompone en elementos más digeribles y pasa al intestino delgado. A partir de allí, usa dos complejos enzimáticos llamados GLUT-5 y GLUT-2 con mayor y menor afinidad respectivamente.

GLUT-5 es un transportador específico para la fructosa movilizándola desde la luz intestinal hacia la circulación. Acto seguido, entra al hígado donde es metabolizada y almacenada en modo de glucógeno para su uso energético ulterior.

Cuando sufres de intolerancia a la fructosa, un alto porcentaje de los casos se asocia a un defecto en el metabolismo de la misma. Bien sea por una falla enzimática, de absorción o metabólico general, desatará un problema nutricional evidente.

¿Cómo definir la intolerancia a la fructosa? El concepto más específico

Como bien te he mencionado con anterioridad, la intolerancia a dicho azúcar se produce por un problema metabólico que impide su absorción. En otras palabras, constituye un tipo de enfermedad nutricional sin un factor genético asociado.

Cabe destacar o resaltar el factor genético dado que no se debe confundir con una patología que está relacionado con el mismo. La intolerancia a la fructosa, en general, está ligada a un tipo de malabsorción a nivel intestinal. Cuando ocurre, desencadena una serie de signos y síntomas producto del rechazo del organismo a dicho elemento. Ellos, son los siguientes:

Signos y síntomas de la malabsorción de la fructosa

  1. Cólico intestinal.
  2. Distensión abdominal.
  3. Náuseas, vómitos y diarrea
  4. Peristaltismo aumentado.

Cuando la intolerancia o malabsorción se produce, es causa directa de la inactivación de las enzimas GLUT-5 y GLUT-2. Por ende, la fructosa no ingresa al enterocito (célula especializada intestinal), ni pasa a la sangre. A raíz de ello, las bacterias de la flora intestinal fermentan el azúcar, desatando la variedad de manifestaciones clínicas que pueden ser severas según el caso.

En otros casos, la diarrea puede adquirir un carácter cáustico y generar eritema alrededor de la zona anal. También, se asocia al dolor de cabeza y, en otros casos específicos, a la fiebre o malestar generalizado.

IHF: Intolerancia hereditaria a la fructosa

Dentro de los conceptos que tienes que entender para profundizar sobre la intolerancia a la fructosa yace el término IHF. IHF o Intolerancia Hereditaria a la Fructosa no se relaciona directamente con la malabsorción, sino más bien con un componente hereditario.

Tal y como especifiqué, las intolerancias por malabsorción son netamente metabólicas, pero sin un componente hereditario plausible. Las IHF son síndromes genéticos raros que aparecen en 1 de cada 20.000 personas a nivel mundial por año.

Se caracteriza por la ausencia o nulidad total de la enzima aldolasa B producida por el hígado, impidiendo el almacenamiento de glucógeno hepático. Por otro lado, contribuye a la conformación de un subproducto de la fructosa considerado como tóxico para el organismo.

La acumulación de este último genera los siguientes signos y síntomas de interés absoluto como manifestaciones clínicas:

  1. Náuseas, vómitos, diarrea.
  2. Somnolencia, irritabilidad, convulsiones y déficits neurológicos (por hipoglicemia).
  3. Disfunción hepática.
  4. Desnutrición y pérdida de peso constante.

Otro trastorno relacionado con la fructosa: fructosuria benigna

Otro problema asociado al grupo de la intolerancia a la fructosa es la llamada fructosuria benigna. Se trata de una enfermedad hereditaria que se caracteriza por la ausencia de la fructoquinasa. Esta es una enzima que también permite el metabolismo de dicho azúcar en el hígado, siendo su ausencia desencadenante de la concentración elevada de fructosa en sangre.

Sin embargo, la situación mejora debido a que es fácilmente eliminada a través de la orina en un signo conocido como fructosuria. De esa forma, no compromete el estado nutricional de la persona o produce los mínimos efectos adversos para el organismo. Aun así, es recomendable la reducción de dicha azúcar en las comidas para prevenir males mayores.

Diagnóstico esencial de la intolerancia a la fructosa

Intolerancia a la fructosa 1

El diagnóstico se basa estrictamente en la clínica del paciente, junto con sus antecedentes personales, familiares y alimenticios. De la mano de ellos, se puede orientar un camino hacia el establecimiento de la intolerancia. Comúnmente, se utiliza la prueba o test de hidrógeno espirado, así como biopsias intestinales, Ph en heces y otras. La primera es la más accesible y la menos invasiva, consistiendo en la medición basal de hidrógeno. Luego, se precisa ingerir hasta 50g de fructosa, lo que generará la producción de hidrógeno en el intestino. Al ser espirado, el test grabará los resultados y si son mayores a 20 ppm, se podrá considerar como positivo.

Tratamiento

No existen tratamientos farmacológicos que permitan curar o erradicar la intolerancia a la fructosa, más si esta es hereditaria. Por lo tanto, el abordaje se enfoca en tratar la causa, es decir, la ingesta de alimentos ricos en dicho azúcar. En ese sentido, requieres la ayuda de un nutricionista especializado que permita armar una dieta baja en fructosa adecuada.


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